Nació en Viedma y se instaló en Buenos Aires en diciembre de 2001. Editó tres discos (”Azules turquesas”, “Ese asunto de la ventana” y “39°”) y está presentando el tercero en el ND Ateneo.
Lisandro: Vine porque mi novia estudiaba acá, vine a juntarme con ella en realidad, yo ya era músico pero no sabía que iba a editar discos, que iba a pasar todo esto que me pasó.
¿Viniste a estudiar para maestro jardinero también?
Sí, llegué a estudiar un año. Capaz algún día retomo. Quería enseñar música en los jardines, tengo una conexión muy buena con los chicos. [AAAAAAAAH NO!]
¿Tenés hijos?
No, tiene que ver con algo natural, me parecen muy interesantes, las reacciones que tienen. La niñez es uno de los momentos más puros, sin ese sistema que nos meten, que nos metemos, me llaman mucho la atención y me gusta estar vinculado con ellos, tengo amigos con hijos y soy como el tío preferido. [con esto, y con lo de arriba, me cagué encima]
Hay quienes se acuerdan de cosas cuando tenían 2 años, o algunos hasta de cuando estaban en la panza.
Bueno, eso yo no (risas), sí me acuerdo de los 4 ó 5. Mi papá es director teatral y mi mamá actriz, entonces yo vivía en el teatro, con pañales corriendo por la sala cuando ensayaban. Recuerdo mucho esa imagen o de estar apoyado en el pecho de mi papá medio dormido, y ellos hablando o fumando en reuniones. Y también mucha música. En principio toda la trova cubana, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Feliú, que incluso hoy tienen que ver mucho con lo que hago. También los Beatles, Vivaldi, Mozart. Fui criado con mucho arte alrededor, mis padres eran muy creativos, por ejemplo mi mamá me ponía música clásica y me contaba historias alucinantes. Cuando fui creciendo costó salir de esa burbuja imaginaria y entender la realidad. En la primaria armaba historias con mis amigos y ellos decían ¿a éste qué le pasa?. Me parece que inventaba demasiado, por suerte pude equilibrar eso con mi parte real de persona que se enoja. A veces me preguntan si soy así de frágil y la verdad es que no. Cuando escuchás un disco o a un artista, te creás una imagen de él en tu cabeza, lo idealizás. Pero uno es un ser humano normal, la verdad es que con cosas que tienen que ver con la música soy bastante cabrón. Con el no respeto hacia ella, con que la gente quiera la música para divertirse y no la sienta.
¿Vos te referís al público que la consume?
Me faltó aclararlo, no al público oyente. La gente puede hacer lo que quiera, por eso existen Los Auténticos por un lado y Spinetta por otro, hay música para todos, por suerte. Te hablaba de productoras, dueños de teatros, sonidistas, iluminadores, que por ahí no se ubican, no se dan cuenta que tienen que dar importancia al músico y sos vos el que genera el clima esa noche y no ellos.
Hay una canción en Myspace en la que homenajeás a Spinetta, ¿formó parte de un disco tributo?
Sí, es un disco triple que sacó una radio de Mar del Plata. Participaron varios artistas, se llama “Al flaco… dale gracias” y los discos no se venden sino que se dan a cambio de comida o ropa para el hogar Los fueguitos. Spinetta cedió todos los derechos para que se haga y tuve el honor de que me convocaran, y así fue.
Liliana Herrero participó como invitada del disco. ¿La conociste cuando fue a saludarte a tu camarín después de un show?
Sí, es verdad. Casi todas mis relaciones con los personajes de la música se dieron en conciertos, porque nos encontramos todos en los mismos lugares, el circuito es muy chico. Me pasó con gente que vino a verme y le gustó mucho, e intentan entablar una relación lo cual me parece buenísimo. Más que es gente que admiro.
Lisandro Aristimuño - “El árbol caído”
Volviendo a tu familia, te iba a preguntar si tus viejos te dieron apoyo con la música pero es casi obvio.
Sí, por el entorno que había. Mi papá veía una capacidad en mí para ser director de orquesta, viste cómo te ven los padres, era como su sueño para él. Pero creo que no se lo voy a poder cumplir, soy un compositor, hago canciones. Ellos me apoyaron en todo momento, siendo artistas, ya había un soporte natural. Además yo empecé a tocar con mi viejo.
¿Qué música hacía?
Folclore contemporáneo
¿En qué barrio de Viedma naciste?
No me acuerdo qué barrio era, vivía en el centro, cerca de la plaza principal. Después me mudé a un pueblito cerca de ahí, Luis Beltrán, en el Rosedal, un barrio de todas casas iguales. Me acuerdo que cruzaba un alambrado para ir a un campo que tenía en frente, un pueblito hermoso con atardeceres espectaculares. Está presente en un tema de mi primer disco. Después volví a Viedma, hice el secundario ahí y me fui a vivir Mendoza un año.
¿A qué?
A estudiar, tenía 15, 16 años. Estudié composición en una escuela muy clásica de Cuyo.
¿Por qué Mendoza y no Buenos Aires por ejemplo?
Porque tenía un cierto rechazo con Buenos Aires, hay como mucho miedo y es lamentable esta no relación del país, no? Que la comunicación sea sólo televisiva. A Viedma sólo llegan los noticieros de canal 13 y Telefé. Mi vieja me ha llamado varias veces preguntándome si estaba bien, que había visto un incidente en tal lado, y yo le decía: ¡mamá, esto es enorme!. Yo estoy tirado en una plaza con unos amigos tomando una cerveza! (risas).
Eso pasa en el interior, los medios asustan un poco. Por eso en ese entonces yo tenía esa información. Y además tenía miedo de venir acá, de perderme con los colectivos. En Viedma caminaba por todos lados, aparte hacía dos cuadras y saludaba ocho veces. Acá el diálogo es un poco violento, porque me empujaste, viene de ahí. Con la gente con la que vivís por ejemplo, en Ese Asunto de la Ventana hablo mucho de eso.
¿Conocés a tus vecinos, los nombres?
No, por ahí cómo se llama el de al lado solamente. El máximo diálogo es a qué piso vas. Cuando vivía en Palermo tenía un vecino muy mala onda, yo tocaba la guitarra y ponía la música muy fuerte.
Pero no se puede hacer eso.
Bueno, yo era medio zarpado, pensaba que lo que escuchaba le gustaba a todos. Con este vecino nunca nos saludamos. La primera relación que tuve con él fue cuando una cañería de mi depto se rompió y le hizo una mancha en su pared, y me vino a hablar. Ése fue nuestro primer diálogo. De ahí hice una canción que se llama Agua.
Cine: “Me da claustrofobia ir al cine, alquilo o compro dvds. Adoro a Tim Burton, su estética, los actores que usa. Big Fish me hace acordar a mi viejo. La película Amadeus me pegó desde chico, mi papá me la compró para que la viera, ahí supe que quería ser músico. Y todas las de Chaplin.
Yanquilandia y el almacén Don Manolo
En Mendoza empezó a trabajar en bares haciendo covers. Después lo hizo en casinos de la Patagonia. “En el interior la gente te contrata para hacer covers, no te pregunta qué estilo de música hacés, sino de quién. Con eso pagaba el alquiler y me compré los primeros instrumentos. Estas grandes corporaciones ponen casinos, compran tierras, lamentablemente tuve que trabajar para el enemigo. Era muy fuerte estar tocando y la gente jugando, nadie te escuchaba. Oías el ruidito de las máquinas, el que ganaba, bailaba feliz y el que perdía te puteaba. Era una especie de prostituta tocando canciones que pedían por servilleta, me pedían “Rodrigo”.
¿Tocaste “Rodrigo”?
Sí, obvio. Tenía que sacar temas de la galera y eso me dio mucho desarrollo como músico. Éramos un dúo, teníamos dos guitarras y tirábamos pistas, tipo karaoke. Así aprendí a tocar la viola y a cantar en muchos registros, no era lo mismo Bono que Sabina. Ahora un cover lo hago a mi manera, porque ya encontré mi voz, pero en ese momento estaba aprendiendo.
Después de los casinos, Lisandro llegaba desesperado a la casa y se ponía a componer. “Como cuando llegás de la oficina y te ponés pantuflas, mirás un DVD, hacés lo que realmente te gusta. Era como una terapia. Entonces cuando llegué a Buenos Aires ya tenía cosas grabadas y canciones propias. Conocí a Toto Stella, un ingeniero de sonido, hoy mi amigo, y grabamos Azules Turquesas. Así empezó el proceso de la mochila, llevando el disco a las compañías, me acuerdo que se lo llevé a Pedro Aznar para que lo escuche”.
“Escucho Liliana Herrero, Palo Pandolfo, Pablo Dacal, Gabo, Coiffeur, Radiohead, Peter Gabriel, Bowie, Bjork”
Como imitador de un gallego, gran compositor
Lisandro dice que la música requiere mucho esfuerzo, sobre todo en el país en que vivimos, “pero creo que sin talento no se puede, y esto lo digo sin cancherismo. Si no, todos tendrían un disco. Se puede estudiar música pero hay gente que tiene ese don y hay gente que no. Está muy bastardeado esto, hay gente que quiere hacer música para ser famoso”.
¿Te vas de nuevo a España? ¿Cómo se dio ir allá?
Es la quinta vez que voy. Eso sí fue un poco de suerte. Estaba tocando en un bar y había un productor español escuchando. Me dijo: “oye tío, eres bueno. Te vienes para España”, como en una película. Yo pensaba “este gallego…” (risas). Y me llegaron pasajes y una gira armada. Igual yo te digo que fue suerte que este tipo esté ahí, pero ese bar lo busqué yo, llevé gente para que me dejaran tocar. No vino a tocarme la puerta.
Por motivos económicos me voy solo con mi guitarra, pero es un sueño viajar con mi banda algún día. Empiezo por Madrid.
Por una latita
“Estos festivales no son democráticos, es una empresa que promociona sus bandas, no va a poner gente de otro lado. Llevan a los consagrados y a las nuevas bandas que tocan a la tarde 40 minutos, con un sonido de mierda, los apuran como si fuese la tele, hay una banda tocando al lado, se tapan entre las dos. Pero están felices porque tocan en el Pepsi. Me parecen que no están bien educados. Fui una vez, me invitaron a ver Los Cafres, una banda que me encanta, estuve en camarines con ellos y fue emocionante. Después tocó Fito. Al mismo tiempo sonaba una banda internacional y lo tapaba, y Fito dijo: no puedo tocar más. ¿Por qué la prioridad a una banda extranjera?
Es Fito Páez! Dio todo por la música argentina. Me invitó a tocar con él en La Trastienda y me presentó ante su público. Es un tipo que siempre está abriendo puertas a gente nueva como yo, y que sean tan injustos con él en estos festivales, es algo que no se puede perdonar”.
El Trapero de la música
“Leo la crítica, me importa mucho. Es fundamental que haya buenos periodistas de música, los respeto muchísimo, así hablen mal de un disco mío. Me encanta que existan revistas como La Mano, Rolling Stone, está bueno que evalúen tu trabajo”.
No me cierra mucho la calificación, 3 estrellas, regular.
Por ahí tenés razón, pero no todos pueden decir que un disco es bueno sin puntuación. Hay pocos que pueden lograr eso, Kleiman, Alfredo Rosso, tipos que podrían sacar un libro de poesía si quieren, que saben como expresarse. De todas maneras hay chicos que están estudiando y por ahí usan otros recursos, a mí me compararon con Drexler por ejemplo, me parece entendible. Igual no me jode que me pongan 1 estrella ó 4, voy a seguir haciendo música.
Ocio: “Aún no me puedo dar el gusto de sólo hacer música y estar en mi estudio grabando. Soy mi propia empresa y tengo que estar en todo, en los afiches, la página, el blog, el flete para el sonido, llamar a la sala para ensayos.
Por ahí salgo a caminar pero siempre pensando en lo que hago, en la maqueta del disco que viene, por ejemplo. Para mí todo esto es un placer”.
Discográfica: “(Los Años Luz) me da absoluta libertad en todo, yo les llevo el disco grabado y terminado. También tiene que ver con que me fue bien. Si no hubiera vendido bien el primer disco, no sé si me seguirían teniendo. El último disco lo grabé en Circo Beat, y al igual que los anteriores, todo siempre autogestionado, lo pagué con plata de mis conciertos o pedía a mis viejos y después la devolvía”.
Internet
“Me parece perfecto que se puedan bajar las canciones. Ya es otra cosa la venta de cds truchos”.
Pero ¿qué pasa con la gente que no tiene acceso a internet y tampoco puede pagar un disco original?
Creo que es una gran mentira, y quizá entro en una gran discusión con esto pero hay gente que compra CDs truchos porque no tiene acceso a la música y de repente saca un celular Sony 338.
¿Qué modelo es ese?
No, no tengo ni idea. O tiene unas Nike 8722. Entonces realmente no le interesa tener el disco. Cada uno tiene sus prioridades. Yo elijo tener un disco original, y uso el celular solamente para hablar, no me importa si es lindo o tiene esto u lo otro. Al ser un artista independiente Internet me conviene. Llené un teatro de 800 personas en Montevideo y ahí el disco no se había editado, no habría pasado sin Internet.
Por ejemplo Gabo Ferro lleva más gente que un artista “multinacional”, pero ese artista está en la tele o en afiches aunque musicalmente no está, y Gabo sí está.
Ahora voy a hacer ateneos y el lugar pone afiches en la calle con mi cara, lo cual está buenísimo, pero yo no voy a gastar en eso, prefiero pagar horas de sala para ensayar. Me pasó de estar en una fiesta con amigos y que alguien diga “¿escucharon a un tal Lisandro Aristimuño? Me encanta lo que hace!” Y yo estaba ahí al lado. ¿Por qué tienen que saber cómo soy yo? Soy este disco y nada más.
Cuando entraste al bar no te reconocí, pero si escucho algo tuyo sé qué es.
Exactamente. Eso es lo único que me importa. [Es un amor]